DEJA

Deja, cariño, que muera extasiado de tanto haberte besado...
Hoy me he levantado sobresaltado, ¿qué ha pasado? Un beso me ha desvelado y me he girado. He visto tus labios prestos a robarme un beso que al final te he regalado. Ha sido algo alucinante, labio con labio, me ha parecido impactante y por un instante me he quedado absorto y se me ha hecho corto. Vuelvo a posarme sobre ellos y me vuelvo a quedar de piedra, pues la ilusión no me medra las ganas de saciarme en ti, de besarte sin fin, de que te abraces a mi y dejarme sin aire de besarme tanto y cuanto tiempo sea posible y aunque sea indivisible el día y la noche, que no se acabe este día en el que al fin has sido mía.
Déjame llevarte a las estrellas y besarte en ellas porque son tan bellas que al juntarlas contigo, lucero, de tanta luz cegarán al sol y éste a su vez a la Tierra y, cegados todos, estaremos solos para en besos locos llevarnos cada uno el corazón que nos dé la emoción, que desate la pasión y nos llene de una ilusión que nunca haya sido escrita, bonita y de tu mirada salgan palabras tan tiernas que se vuelvan tan eternas que nunca se nos olviden.
Déjame perderme en tu cintura, en caricias por tu cuerpo, déjame robarte un beso, que me lleve a la locura, pura y dura, a veces cruda, pero si al rozar tu piel no me lleno de alegría, es que nunca has sido mía y si late el corazón es que me das la razón, que tanta y tanta emoción, me ha robado el armazón que me cubre el alma, que hasta ahora estaba en calma y se está volviendo loca, porque el sufrimiento la toca desde que posé en tu boca mis labios, que ahora son tuyos, cuyos tuyos son ahora mios...
Bésame el corazón y clava en mi alma una flecha, que tenga en la punta tu nombre, déjame herido de ti, herido de tu calor, herido de la emoción de haber probado tu amor.
Dame tu mano, princesa y vámonos juntos al cielo, para decirte tan alto, lo mucho que yo te quiero, lucero.

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