SIN PALABRAS

Abro los ojos y estás tú, mirando absorta a la ventana de una habitación oscura, como marchita, buscando a tu alrededor la respuesta a una duda que tanto el alma te corroe, que tanto el aliento te interrumpe. Tu preocupación parece reflejarse en los ventanales del cielo que, en tinieblas, parece reclutar luceros para que no llores sola. Brillan cual fugaces estrellas los surcos que tus lágrimas con tanta pena han dibujado en tus mejillas, otrora rosadas, pálidas ahora, que no son más que un trágico camino que las lleva a morir a tu boca. Tus inaudibles sollozos se ahogan en tu garganta por temor a despertarme en tu agonía. mas de tu incertidumbre se alimenta mi desdicha, y de tu dolor se apena mi alma.
Mi mano coge la tuya, está fría y, con rabia contenida aprieto con fuerza, como si con ello fuese a calmar tu llanto, mas no es así. No consigo apenas que el calor de mi cuerpo pase al tuyo, aterido, mas no de frío, sino del hielo que te atormenta el corazón, que pretende ser el dueño de la sangre que en tus venas lleva el sentimiento de un lastre tan pesado. Mis dedos se entrelazan entre mechones de tu pelo, tan suave como siempre y quisieran perderse en tu melena para nunca regresar, pero no es ese ahora su cometido. Separo con mesura todo aquel cabello que muere por rozar siquiera tus mejillas y consigo asirlo siguiendo el contorno de tu oreja. Me acerco lentamente a tu piel, regada por las lágrimas de unos ojos que no merecen tal tormento, y con la mayor suavidad que mi torpeza me permite poso con ternura mis labios en tu mejilla, mas nuevamente quedas inmóvil, impasible ante mis actos.
Decido abandonarme a la deriva de tus sentimientos y, al zozobrar, pienso que tal vez mi presencia se hace inútil, que ya no son mis besos los que sepan enjugar tu llanto, ni mi aliento el que tus penas consiga mermar. Me despido de tí, sabedor de que tu silencio no es más que una respuesta a la pregunta que mentalmente me hice tantas veces. Y en tinieblas se ha tornado mi mañana, y no hay sonrisa en este infierno que pueda evitar que arda mi alma, y no hay témpano de hielo que no atraviese mi corazón vuelto en desgajos. Mas no deseo que el mal se alimente de mi locura, pues no hay mayor pesadilla que ser del viento el sonido, pero no ser brisa.

0 comentarios: